- Mariano Fortuny y Madrazo nacio en Granada en 1871 a partir de 1899 se traslada a Venecia. Nacio en una familia de grandes pintores del siglo XIX, por parte de madre Madrazo y Fortuny por parte de padre, su producción artistica fue muy polifacetica trabajando en diferentes campos artisticos como son la pintura, el grabado, la fotografia, el diseño, la moda y la escenografia teatral.
El primer viaje de su vida fue a Bayeruth hacia el 1890. A su regreso Mariano será sumergido en los ideales wagnerianos que no abandonará por el resto de su vida y no faltarán en su obra.
Interesado desde su adolescencia en los adelantos técnicos de la época, estudió las reformas técnicas de la escena en relación con el uso de la electricidad en la iluminación escénica, y su incidencia en el color. Esta actividad le llevó en 1900 a trabajar, por encargo de Giacosa a la sazón director de la Scala de Milán, en los bocetos para la obra “Tristán e Isolda”. Al año siguiente, registró en París un sistema de iluminación escénica por luz indirecta, que perfeccionó entre 1903 y 1907. Dado lo avanzado de su técnica y el éxito obtenido, se instaló en varios teatros de Berlín
Amor por el arte y amor por la técnica dice Silvio Fuso, en los años más fértiles entre París y Venecia, a medio camino entre el juego y la experimentaciòn.
Atraído inexorablemente por la innovación tecnológica, Fortuny abraza el nuevo estudio de la fotografìa haciéndose promotor de esta nueva invención.
Sus primeras fotografías son panorámicas de Venezia y retratos en ambientes venecianos que se transforman después en ambientaciones y actores del teatro.
Otras fotografías están dedicadas a sus preciosas y famosas telas que también el escritor Marcel Proust alabará en sus obras.
Mariano Fortuny no es visto sólo como pionero de la experimentación tecnológica de la primera mitad del siglo diecinueve, sino también como fotógrafo y artista a caballo entre un pasado renacentista y una modernidad proyectual a las puertas de la decadencia.
Para Fortuny cada una de sus creaciones
es una obra única e irrepetible en
las que poder fundir, en palabras de Silvio
Fuso, sus investigaciones sobre la química
de los colores, los efectos de la luz y el arte
decorativo del pasado, todo lo cual se
observa en los numerosos y diversos
modelos que a partir de aquel momento
produciría con la ayuda inestimable de su
esposa y de un reducido grupo de operarias
en la intimidad del taller de su residencia
veneciana del Palacio Orfei, muchos de
los cuales fueron presentados, junto a sus
bellas telas estampadas, en la Exposición
de las Artes Decorativas, celebrada en París
en el año 1911, con un éxito absoluto.